Excéntricos
En un mundo que parece cada vez más necesitado de etiquetas, en el que ya no parece suficiente una única palabra para referirse el ser humano, dentro de la cual cada individuo se haga libre en su singularidad, la figura del excéntrico, en tanto que personaje iconoclasta que desdibuja límites, que aparece formado sin molde y tampoco pretende construir ninguno, es más necesario que nunca.
Si bien hay diversos tipos de excéntricos, el más valioso es aquel que se manifiesta en continua mutación, construcción, contradicción. Dejando en evidencia que, en contra de lo que se nos suele hacer creer (y creemos), no somos seres acabados, inamovibles, irreversibles, incluso, y por tanto destinados a ser sometidos por nuestras propias imposiciones. Sin embargo, ser un excéntrico, siempre ha supuesto un alto precio.
Hoy, como ayer, como siempre, salirse de las líneas configuradas es la más grande osadía. Podría pensarse que en una actualidad, que parece aceptar dentro de la norma, formas de sentirse y ser —que en otro momento habrían sido consideradas excéntricas— la excentricidad pierde sentido. Pero en realidad no es así, porque la mayoría de acepciones son, esencialmente, estéticas y el verdadero y valioso excéntrico desborda la ética.