El arte de la infografía
Una entrevista de Elizabeth Torres
para Red Door Magazine, nº 24
Octubre del 2020
Original en inglés
Jaime, por años has desarrollado una productiva carrera que se desenvuelve en las fronteras entre el periodismo y las bellas artes, por medio del uso de los datos como materia prima y la infografía como tu medio principal de creación. Cuéntanos, por favor, qué te llevó a desarrollar tus actividades en esta área, cuáles son los beneficios o factores que más te han interesado, y qué es lo que más te apasiona de crear infográficas.
Utilizo la forma infográfica por que es lo que me encontré en el camino, hace ya muchos años. En un momento dado, a finales de los años 80, llegué al inicio de lo que luego devendría en la infografía periodística. Durante una década sentí verdadera pasión por el periodismo y por la posibilidad de participar en la construcción de los parámetros de una nueva forma de narrar que se encontraba en sus albores: la infografía. Sin embargo, mi verdadero interés siempre se centró en las prácticas artísticas (digámosle así, podría decirle poética, también), que procuré sumar a ese interés inesperadamente encontrado: la construcción de la infografía periodística. Lo logré, con cierta fortuna, durante los años que dirigí el departamento de infografía del diario argentino Clarín. Agotado este camino, mi interés por seguir creciendo en la poética entró en conflicto con el ejercicio periodístico, así que no encontré otra posibilidad que desbordarlo. (Cabe decir que el periodismo se estaba degradando gran velocidad). A mí me parece que es más importante lo que hacemos con la vida que en la vida (verlo así supone tomar toda la responsabilidad posible -que tampoco sé si es mucha- del propio destino). Podría haber buscado otra forma de profundizar en la poética, pero la vida me había ofrecido la infografía y me parecía muy poco económico no aprovecharlo. Es cierto que, a priori, pareciera la herramienta menos apropiada para construir un mundo personal, de subjetividades, pero eso también suponía un reto, algo que siempre es muy estimulante para mí. Lo que realmente me apasiona es resolver problemas, que ha sido mi principal modo de aprender. En primer lugar tuve que resolver ese malentendido cultural según el cual con la infografía solo se puede narrar el mundo objetivable y descubrí, que además de posible me aportaba una singularidad: no era –no es- demasiado común acercarse al mundo íntimo con formas infográficas. La singularidad no es algo despreciable para mí, como no lo es otro aspecto que también me aportaba el uso de la infografía: la contemporaneidad. Como método de trabajo y exposición del mismo -mientras investigaba las posibilidades de la infografía como herramienta de narración al servicio del sujeto - actué con una estrategia similar a la decisión de mantener la infografía como herramienta: el aprovechamiento de lo aprendido y del espacio alcanzado. En este caso mi estatus de periodista con un cargo relevante dentro de un rotativo de referencia como el diario de Barcelona ‘La Vanguardia’. El periodismo me ofrecía la posibilidad de difundir mi nuevo interés mediante los espacios reservados a la opinión. Con el formato de columna dominical transité durante siete años un camino entre el periodismo y las artes. Nuevamente, llegados a un punto, el espacio que se me fue abriendo en el mundo artístico y el trabajo en la redacción resultaron imposibles de compaginar. Opté por dejar el periodismo y centrarme en las artes, aunque, paradójicamente, amplíe la difusión de mi trabajo más personal a través de la colaboración regular con numerosos medios de Europa y América Latina que lo valoraban como un nuevo modo de hacer periodismo. No sé si es muy productiva mi carrera. En términos de producción de obra diría que no. Y no lo es deliberadamente. Creo que repetirse (además de aburrido) no aporta gran cosa ni a uno mismo ni a los demás. Me parece mejor hacer algo y esperar activamente, generándole un espacio para que tenga la oportunidad de convertirse en singular. Lo cual no garantiza ningún éxito, pero, en ese sentido sí, parece que si, mi carrera es productiva.
Tu carrera es principalmente autodidacta, algo que seguramente te ha brindado la flexibilidad de forjar tu visión y estilo de una forma muy personal, pero que también requiere más disciplina y tal vez otros métodos de promoción para dar a conocer tu obra y rodearte de conexiones y amistades productivas en tu área. Cuéntanos sobre ese proceso, y qué recomendaciones tienes para los autodidactas actuales leyendo estas páginas.
Sí, soy totalmente autodidacta. De hecho no termine la enseñanza primaria. Durante un tiempo la falta de educación académica me parecía una carencia importante. Pero, viéndolo con perspectiva, es muy probable que haya sido la mejor manera para mí. La educación siempre es, de alguna manera focalizada, limitante. Supongo que no puede ser de otro modo. Así que uno debe emplear tiempo, posteriormente, a revisar y deconstruir lo aprendido. No soy en absoluto una persona disciplinada. No dispongo de lo que se llama fuerza de voluntad. Al contrario, me sumerjo con facilidad en el caos. Pero si soy una persona apasionada, el deseo es el motor que hace que cada día me levante y busque, deseando encontrar. No obstante, con los años he logrado cierto nivel de rutina que soy capaz de seguir y que, de hecho, resulta muy saludable. No espero a que el deseo aparezca: cada mañana me levanto y me dirijo a mi lugar de trabajo como si fuera un empleado. He adoptado el adjetivo que Nick Cave –una importante influencia que citas más abajo- le da a su espacio de creación para el mío: ‘la oficina’. Me resulta saludable verlo así. Tampoco soy una persona especialmente sociable, y tampoco la naturaleza de mi actual actividad profesional ayuda. Me parece que lo único que puedo decir es que creo en el deseo, en la intuición, en el trabajo, en la autocrítica despiadada, en lo nuclear por encima de las formas y en el riesgo de exponerse. Con todo ello (que no es poco) un autodidacta solo necesita tiempo para verse recompensado. No sé si exitosamente a ojos de los otros, pero si a ojos de uno mismo. Los primeros son muy importantes, los segundos fundamentales para los primeros.
En estos tiempos de noticias al instante en un mundo principalmente digital, ¿cómo ha cambiado la creación de las infográficas, según tu propia experiencia?
Radicalmente. Y no precisamente para bien si hablásemos de periodismo. En cualquier caso, no es el motivo para que yo haya abandonase el periodismo de trinchera. No me interesa más la narración del mundo exterior. Me resulta ajeno lo que cuentan los medios, sencillamente no lo entiendo, no sé sobre qué, ni de quien hablan. Creo que los medios lo abordan mal (no me gusta acusar sin proponer solución, pero la explicación del nefasto manejo de los medios, daría pie a otra entrevista entera), pero tampoco soy positivo con la realidad que deben abordar. Urgente no me parece un manejo del tiempo conveniente. Hay pocas cosas urgentes. Nos falta análisis, profundidad, perspectiva, reflexión, es decir, todo lo contrario a lo urgente. Lo digital es artificial. En primera instancia, podríamos pensar que facilita algunos aspectos de la vida, pero, evidentemente, la deshumaniza, lo cual nos ha llevado a una realidad mucho más solitaria, dura, y por tanto y finalmente, mucho más difícil. No encuentro poética en lo digital, una vida sin poesía no es que no merezca la pena ser vivida (como dice Pablo Corral Vega que dije una vez) es que, directamente, no es vida. Pero siempre hay una reacción a una acción. Así que es muy posible que todo esto, también sea la causa de una nueva forma de usar la infografía y los datos desde una mirada más humana, sin urgencia, que poco a poco suma adeptos. Casos como el ‘Dear data’, de Estefanie Posavek y Girogia Luppi, las gráficas de apariencia naif de Mona Chalabi, los Anuarios de Nicholas Felton, o mi propio trabajo, creo que tiene algún punto de reacción en común.
El rol de las infográficas también ha ido mutando con el tiempo. ¿Qué características de estos cambios has notado en los últimos años? ¿Sigue su relevancia al mismo nivel de siempre? ¿Y el acceso a la información?
Con la llegada de Internet iniciamos un camino muy interesante en el que parecía que se pondría al alcance de cualquier ciudadano cantidades ingentes de información. Y, de algún modo, así ha sido. Pero la desinformación ha crecido con la misma intensidad en los últimos años. Así que, finalmente, no sabemos que es información y que es desinformación. La intoxicación es profunda y evidente. Con la llegada de los soportes digitales se dispuso de animación o interacción en las infografías, algo que se ha demostrado absolutamente banal. El 'Big Data' es el fenómeno más destacable, y no solo en términos infográficos. Por primera vez disponíamos de cantidades ingentes de información recolectada de forma absolutamente objetiva: directamente por nuestros dispositivos móviles, sin la distorsionante intermediación humana. Esta deshumanización podría poner en tela de juicio el asunto, pero sin duda poseía el potencial de colaborar en la construcción de un mundo mejor en algunas áreas concretas, como la salud o el conocimiento o el general ejercicio de las libertades. Lo que al parecer no tuvimos en cuenta es muy ingenuo: el deshumanizado método de recolección está controlado por humanos, empresas privadas u organismos gubernamentales con claros intereses económicos o partidistas. El periodismo se ha desentendido de su rol tradicional como mediador social. Así que el 'Big Data' pasó de ser un posible valuarte de la información objetiva a colaborar con la desinformación. Pero la infografía en todo esto no tiene nada que decir: es una herramienta de comunicación, es el transmisor de un mensaje, de emisor a receptor, y, lo importante, siempre, es el mensaje. Algunas informan y otras desinforman, con el mismo rigor. No es distinto a lo que sucede con la palabra o la imagen puesta al servicio de narrar el mundo que nos rodea. En cuanto a su vigencia, no es especialmente interesante para los ciudadanos. Tenemos plataformas focalizadas en la fotografía, (Instagram), el vídeo (YouTube), el audio (Spotify) y la palabra (Twitter). Los propios ciudadanos gestionamos el contenido y el canal de difusión. La infografía es irrelevante, salvo para los profesionales, que siguen siendo ellos los únicos que pueden hacerlas y que, paradójicamente, es lo que la convierte en irrelevante. Sé que esto puedo sonar pesimista, pero créeme, soy desesperadamente optimista.
Háblanos de tu proceso creativo. A pasos, ¿cómo nace una infográfica de Jaime Serra Palou? ¿Cómo se entrelazan el arte visual, el periodismo y la estética en este proceso?
Realmente los procesos creativos suelen ser algo bastante lamentable. Algo así como el proceso de elaboración del vino, pero de naturaleza humana: hay que recoger, pisar, mancharse, fermentar, moverse en la descomposición, y, sobre todo, esperar. Esperar mucho. Dejar que el polvo se acumule. Finalmente, con suerte, obtendremos algo que nos satisfaga o puede que en el proceso se avinagre. Yo tengo la sensación de que la mayor parte del tiempo mi trabajo consiste en no actuar, solo estar presente, expectante. Son muy importantes los tiempos. Saber detenerse a tiempo para ver si el trabajo se termina solo. Algo que sucede a menudo y que habríamos arruinado de no habernos detenido. Pero los límites por mi elegido, que influyen en gran medida en un proceso creativo, son obvios:
a. Utilizo la infografía.
b. Utilizo una suerte de datos.
c. No abordo generalidades. Trato sobre personas concretas, que hacen cosas concretas, en momentos concretos. Habitualmente se trata de mi mismo o de los que me rodean.
d. Por coherencia con el punto anterior, procuro generar piezas únicas.
e. Trato temas intrínsecamente humanos, o culturalmente tan arraigados que a veces nos confundimos.
Gracias a estos parámetros puedo trabajar. No es posible trabajar libremente sin límites.
Me interesa mucho que nos hables sobre tus influencias, pues al tomar tu curso en Domestika, me sorprendió que no mencionaras solamente influencias en tu área de trabajo, diseño, visual, etc. sino, además, nombres que yo considero grandes influencias en el periodismo y la poesía, como Whitman, Nick Cave, Jim Jarmoush, Bill Murray y por supuesto Burroughs. Háblanos de tus influencias, de sus variedades y del por qué han marcado tu carrera artística.
Yo distingo entre influencias y referencias. Para una persona atenta y sensible, casi todo puede ser una influencia, en el sentido de que influye en la percepción de la realidad, o, mejor dicho, colabora en su construcción. Esto vale para personas, objetos, olores, música… Cualquier cosa puede resultar una influencia que, tras procesarse, y de forma más evidente o menos, aparecerá, más tarde, en el trabajo. A mi entender es muy enriquecedor disponer del máximo de influencias. Cómo creo que somos, esencialmente, sujetos culturales, cuanto mayor sea el número de influencias, más rica será nuestra personalidad. Influencias contradictorias o alejadas deben encontrar pactos para convivir, y es aquí donde puede surgir algo diferente, algo único, es decir, algo nuevo. Para ser groseramente ilustrativo en un ámbito de actuación profesional: si nuestra única influencia es Picasso, pintaremos falsos picassos. En cuanto a las referencias, o los referentes, es otro asunto. Los referentes tienen mayor calado, se instalan en nuestra personalidad y ayudan a acomodar las influencias. Aquí sí, puede resultar psicótico disponer de demasiados. Son como los padres, no conviene tener demasiados.... En mi caso, como referentes, puedo citar dos: Marcel Duchamp y William S. Burroughs (no sé quien es el padre y quien la madre). A pesar de sus evidentes diferencias, hacer que convivan me resulta muy sencillo: ponen el acento en lo mucho que también tienen en común. ¿Por qué son tan importantes para mí los referentes? En realidad creo que de un modo más o menos consciente, lo son para todas las personas. Creo que para la mayoría de personas, los referentes no pertenecen al mundo de la ficción, suelen ser los padres, algún familiar, un maestro de la escuela. Obviamente, de mis referentes solo conozco a los personajes, no a las personas. Probablemente esto se deba a la escasez –cuando no la ausencia- de referentes reales en mi vida. Me parece que no se puede vivir sin referentes, ya que, de algún modo, tiene que ver con los límites y las aspiraciones. Si uno no dispone de referentes debe construirlos.
Tu obra también se encuentra en colecciones y museos en varios países. ¿Tienes planes de nuevas exhibiciones, libros u otras publicaciones o proyectos?
Ahora mismo mi obra puede verse en el Museo de Artes Decorativas de Bremen, en Alemania, hasta inicios de noviembre, dentro de la exposición CommonKnowledge, una propuesta curatorial muy interesante que nació y se expuso antes en Liubliana. Hace poco se clausuró otra exposición en la que participaba: ‘Human, más allá de los datos’, organizada por la SND-E en Pamplona, España. El actual problema sanitario con el Covid 19 frustró otros proyectos expositivos y condiciona los futuros. No obstante estoy trabajando en una ambiciosa exposición para el próximo año en el espacio Etopía, en Zaragoza, España, donde se darán la mano mi trabajo más material con la tecnología más avanzada, en un marco que podría denominar de inmersivo, teatral, incluso. También estoy avanzando en otros modos de divulgación de mi obra que me apasionan, como es lo teatral, el próximo mes tengo programada una función en el Teatro Romea, un referente en Barcelona, donde comulgará la palabra hablada, con mi obra y la música. Siempre hay proyecto: seguir aprendiendo, ‘mixturando’, creciendo.