Viernes Dulces

Durante un año establecí un sencillo ritual con mi hijo de cuatro años: una vez al día le ofrecía los dos puños cerrados conteniendo un caramelo idéntico en forma y color.

Obviamente, acertó en todas las ocasiones y nunca manifestó interés por la mano no elegida.

Con los caramelos que no comió construí dos calendarios: el de la mano izquierda, sobre blanco, y el de la mano derecha sobre negro.

 
 

Adaptaciones editoriales

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2014

La Nación
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2018

 
 

 
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