Mark Lombardi frente al culo de Kim Kardashian
Jaime Serra
Para Fundación Gabriel García Márquez para
el Nuevo Periodismo Iberoamericano
19 de julio del 2018
Pareciera que el espectáculo ha ocupado el centro de la escena; en la política, en el periodismo, en las artes, en nuestra vida cotidiana.
Se me hace el arte –no el gráfico aplicado, imprescindible en todo canal informativo escrito, si no aquel que dispone de un concepto y de un ética propia, diferente a la periodística- más interesante que el espectáculo para los lectores de un medio informativo.
El periodismo es un oficio que históricamente se ha nutrido de la mirada, de la aportación, de profesionales de otras áreas: la poesía, la filosofía, la pedagogía, la economía y, también, puntualmente de las artes, aunque casi siempre desde un lugar ‘retiniano’, esencialmente visual.
La inmediatez no es exclusividad de los medios –no es, de hecho, el canal más inmediato-. Resulta cada vez más necesario el análisis, la narración del mundo que produce las noticias. Son algunas de las practicas artísticas contemporáneas compañeras de este empeño. Pese a que su ética sea otra, resultaría enriquecedor para el periodismo incluir esas miradas.
Los diez minutos televisivos que Warhol otorgara constitucionalmente a cada ciudadano del futuro, son hoy, futuro, Facebook. No son diez minutos si no toda una vida, pero tampoco es la audiencia ‘prime time’. En cualquier caso Andy tenia razón: el periodismo se ha hecho espectáculo. Cada ciudadano dispone de editor de texto, grabador de audio, captador de imágenes y, lo más importante, un canal de difusión para sus propias crónicas, reportajes y opiniones. Cada persona un editor. Algunas de tanto talento que sin salirse de la agenda informativa de su propia vida conquistan los medios de masas: casi todo el mundo recordara las posaderas de la hiperbólica Kardashian, empresaria de su intimidad, o las imágenes de ‘photocall’ de la precursora del asunto, Paris Hilton.
‘Los mejores traseros de Instagram’ frente a ‘World Finance Corporation and Associates ca. 1970-84: Miami, Ajman, and Bogota-Caracas (Brigada 2506: Cuban Anti-Castro Bay of Pigs Veteran)’. El primero, titular de portada web de un prestigioso medio español, frente al segundo: titular de una obra del artista plástico Mark Lombardi. El mundo al revés. Pareciera.
“Nunca un periodista aportó algo relevante al periodismo” la cita, palabra más palabra menos, pertenece al que supo ser Director del diario Clarín en su época de máximo esplendor: Roberto Guareschi. Descontextualizada del marco de intimidad en la que fue dicha puede resultar excesiva, pero sirva, en cualquier caso, para ilustrar el hecho de que el periodismo es un oficio y que se ha nutrido, hasta su conversión en carrera universitaria, de todo tipo de profesionales unidos por la pasión de contar historias relevantes. Estudiantes de económicas, ciencias políticas, filosofía y letras, filología, matemáticas, autodidactas, incluso habituales de los vestuarios de equipo de futbol convivían enriquecedoramente en las redacciones del, antes, diario. También artistas. No me refiero a profesionales de las artes gráficas, sino a profesionales de una forma de creación que solo rinden cuentas a su propia ética, habitualmente muy alejada de la periodística.
No es nada nuevo y, por tanto, sorprendente, la aportación puntual del artista al periodismo. Son famosas en la profesión las ediciones especiales de ‘Liberation’ con capitulares de Antoni Tapies, dibujos de Largandfeld en sustitución de la fotografía o la Dirección por un día de Patti Smith. No es tampoco necesario recurrir a estrellas del mundo del arte -caso de Liberation-, lo que puede resultar en honorarios desorbitantes. No es necesaria alta tecnología ni medios. Solo cinco minutos de imaginación y osada voluntad comunicativa.
Dos actos y una reflexión final
Quiero apoyar estas afirmaciones remitiéndome a dos actos, los más acabados sobre la riqueza que el gesto artístico puede imprimir al periodismo vividos en primera persona. Ambos publicados en dos diarios del mismo grupo editorial ecuatoriano: Expreso –del que fui Director de Arte por un semestre - y Extra, hermano salvaje del anterior. Huelga decir que cualquiera de los dos está muy lejos de los recursos de cualquier tipo que puedan tener los grandes medios del llamado primer mundo.
Primer acto: Diario Expreso. Parte de la actitud iconoclasta de un becario brillante: Antonio Martínez Rosado. Puesto a redactar el horóscopo del día –uno de los pocos actos de arte irónico recurrente en los medios-, Martínez, que no poseía ningún conocimiento sobre la dudosa ‘ciencia’ de la astrología, decidió incluir, por su cuenta y riesgo y sin prevenir a nadie, letras de canciones populares, citas literarias y poemas saltando párrafos de signo en signo. Nadie en la redacción percibió el irreverente acto y cuando meses después me lo confesó le animé a seguir el camino pidiéndole una solicitada que gentilmente cumplió: un poema de Walth Witman recorrido de Capricornio a Sagitario. Desgraciadamente otros componentes de la dirección no le vieron la gracia que a mí me produjo y el horóscopo regresó a su estado catatónico.
Segundo acto: diario Extra. Bautizado con uno de los mejores nombres que nunca vi para un medio, toda una declaración de principios. Las tres aristas que lo convirtieron en el diario de mayor tirada del país eran: erotismo morboso –contraportada con chica amateur semidesnuda cubriéndose el rostro (la famosa ‘vecinita de al lado’), póster central religioso ‘pop’ y sangre, mucha sangre. Se decía, para ubicarles, que si se exprimía goteaba rojo oscuro. Pues bien, este sensacionalista medio se dedicó durante la semana del libro de Guayaquil a publicar diariamente cuentos breves de los más relevantes escritores ecuatorianos en formato noticia –titular, bajada, destacados y recuadros- y solo advirtiendo del juego al término del texto. Descubriendo la fina línea que separaba las noticia ‘real’ de esos cuentos, aprendí que el realismo mágico latinoamericano es más realismo que magia. Con este sencillo gesto, que no puedo calificar de otro modo que artístico, Extra hizo llegar a las clases más populares del país a sus más grandes literatos, seguramente desconocidos antes por muchos.
No es pues nuevo usar el arte en los medios, sí lo sería incluirlo de modo recurrente y, como en el caso de Extra, sin hacerlo como quien se pone una medalla pequeño burguesa reproduciendo junto a la cabecera una acuarela de Miquel Barceló.
Ahora, más que nunca, los medios pueden permitirse la narrativa más personal. Las redes nos han alejado del centro de la inmediatez. Nunca, como ahora, más cierta la cita: “más viejo que el diario de ayer”. Somos libres. Centrémonos en la re-creación de la noticia. En un mundo donde todo es espectáculo, ¿no sería mejor un periodismo mixturado con el arte que la exposición del show?
¡Denle una portada a los ‘Presos políticos’ de Santiago Sierra! ¡Doble página central a la infografía ‘Investigaciones de la conspiración’ de Mark Lombardi! A Maurizio Cattelán ¡la opinión gráfica! No entrevisten a Ai Weiwei: ¡póngalo a entrevistar! Las ilustraciones para Matt Mullican y de editor de fotografía a Fontcuberta. En la contratapa una ‘novela de pared’ –de papel- de Sophie Calle.
Oigan, ¡quizá aumentan ventas!