El eterno errante
“La palabra ‘normal’, utiliza un poder tan antiguo como Aristóteles para salvar la distinción entre hecho y valor, susurrándote al oído que lo que es normal, es también correcto.”
Ian Hacking
Siempre que pienso en el papel de las reglas, normas, convenciones, y en los líderes en el diseño de la información y la visualización de datos —en su influencia y su evolución— regreso a un diagrama diseñado por Jaime Serra titulado ‘Excéntricos’.
El gráfico de Jaime es una descripción de cómo la ortodoxia y la heterodoxia interactúan en cualquier ámbito humano: la sociedad, la cultura, las artes o las ciencias.
En el primer paso del gráfico, todos los individuos, representados por puntos, orbitan alrededor de un círculo central que representa una norma, o un pensador influyente; algunos puntos están más cerca del círculo central (aquellos individuos que procuran atenerse más estrictamente a la norma), otros están lejos de él.
Sin embargo, algunos individuos, los excéntricos, no orbitan alrededor de esa norma común. Si la fuerza gravitacional de una figura excéntrica es lo suficientemente fuerte, puede hacer que la órbita, alrededor de la norma común, se deforme en su dirección. Entonces, algunas personas que se encuentran en torno a la norma común se acercarán al excéntrico con curiosidad; otras experimentarán desgana, resistencia e, incluso, rechazo.
En ocasiones, la fuerza gravitacional de un excéntrico puede ser tan poderosa que le convierte en un nuevo centro de gravedad. ¿Qué sucedería si un universo tuviera múltiples excéntricos, con campos de gravedad superpuestos? Quién sabe; tal vez los individuos podrían navegar de una órbita a otra, en una danza de alegre anarquía. Me encanta esa idea.
El diseñador y periodista catalán Jaime Serra, siempre ha sido un maravilloso excéntrico. Comenzó a diseñar gráficos explicativos y visualizaciones de datos en periódicos, a mediados de la década de 1980. Me familiaricé con su trabajo a finales de la década de 1990, cuando ya marcaba tendencias en este campo. Como tantos otros en este libro, su conversión en diseñador de información, fue producto de una cadena de felices coincidencias:
Descubrí la infografía periodística, por casualidad, en 1986. Tenía 21 años en ese momento y estaba dando mis primeros pasos como ilustrador comercial. Una de las agencias para las que trabajaba tenía como cliente a ‘El Periódico de Cataluña’, uno de los principales diarios de Cataluña. ‘El Periódico’ estaba construyendo su propio departamento de infografía. Durante una conversación con el director de arte, me preguntó si conocía algún diseñador de infografías. No sabía de qué estaba hablando; nunca antes había oído hablar de infografías. Los gráficos no eran comunes en los periódicos españoles de aquel momento, así que me quedé sin palabras. Luego me di cuenta de que su departamento de arte poseía uno de los primeros ordenadores Apple Macintosh. Los ordenadores eran muy caros en esa época y yo estaba interesado en aprender a usarlos, así que me ofrecí para el puesto de trabajo.
Esa decisión apresurada se convirtió en un patrón en la carrera errante de Jaime. El periodismo resultó que encajaba perfectamente con su personalidad, como sucedía con la mía —comencé mi carrera también en periódicos, pero una década después que Jaime. Podría hacer mías sus palabras:
El periodismo me permitió explorar múltiples temas, saltando de uno a otro, cada día encontraba algo interesante para hacer. Me enamoré de la dinámica de las noticias de última hora: crear infografías en cuestión de horas y publicarlas, para dar paso a nuevos proyectos el día siguiente.
Jaime me dijo que en el inicio de su carrera se inspiró en nuestro amigo común Nigel Holmes —un famoso diseñador gráfico y periodista, que integraba visualizaciones de datos con ilustraciones vectoriales— y, también, en el USA Today, un periódico ampliamente reconocido como pionero en gráficos informativos:
En aquel momento, mis gráficos, eran rudimentarios y convencionales. En su mayoría pequeños mapas, diagramas e ilustraciones explicativas. Pero tuve suerte: como había muy poca gente en España trabajando en infografía periodística, ascendí rápido. En menos de cinco años pasé de ser un recién llegado a jefe del departamento.
A principios de la década de 1990, Jaime llegó a un punto muerto y, por su personalidad, debía hacer algo:
Creo en el aburrimiento como factor que te impulsa a seguir mejorando, y yo me estaba aburriendo mucho. Llegué a un punto en el que sentía que había aprendido todo lo que podía aprender en ‘El Periódico de Cataluña’. Empecé a fantasear con mudarme a vivir a otro lugar, dedicarme a otras cosas. Un antiguo colega trabajaba como consultor de diseño en uno de los principales periódicos de Argentina: Clarín, y me ofreció dirigir su recién creado departamento de gráficos.
Nunca había visitado Buenos Aires antes, pero tomé la decisión en cinco segundos. Estaba listo para cambiar.
Jaime estuvo siete años en Clarín, y allí revolucionó el mundo de la gráfica informativa. Mostró lo que era posible, si los diseñadores experimentaban con la forma, ampliando los límites de lo que se consideraba aceptable:
Clarín estaba en un proceso de rápida transformación, incorporando nuevas tecnologías, impresión en color y lanzando una revista semanal de calidad. En Argentina, no existía una cultura establecida sobre la infografía periodística, lo que me permitía probar cosas nuevas sin demasiadas interferencias. Podía crear algo nuevo casi desde cero.
El ordenador es una excelente herramienta de edición, pero el software de diseño me resultaba muy limitante. Antes de ir a Argentina ya había intentado hacer infografías de forma manual, incorporando ilustraciones y objetos físicos. Pero fue en ‘Clarín’ donde pude llevarlo a otro nivel. Por ejemplo, años después del genocidio de Ruanda de 1994, diseñé un mapa del país ubicando campos y lugares de refugiados, tallé un trozo de yeso, lo enmarqué, lo fotografié y luego le agregué anotaciones con el ordenador. También diseñé mi gráfico más conocido, sobre los avistamientos de ballenas en la costa de Argentina.
Los gráficos de Jaime para Clarín pueden parecernos rutinarios hoy, en la década de 2020, cuando tantos diseñadores están incorporando influencias de las artes visuales en sus gráficos, pero en la década de 1990, en el pequeño mundo de los gráficos de noticias, el impacto fue tremendo: había un diseñador que no estaba dispuesto a rendirse a las restricciones del software (las primeras versiones toscas de Macromedia Freehand o Adobe Illustrator) y que entendía que el estilo aséptico que el software de diseño vectorial incitaba a usar a los diseñadores, era inadecuado para retratar un mundo de imperfecciones y tragedia humana.
El gráfico ‘La ballena franca’, de Jaime, me causó una gran impresión la primera vez que lo vi. Preguntándole sobre sus inicios, descubrí que la forma en que surgió este proyecto, también refleja las profundas motivaciones de Jaime:
En Clarín creé una cultura común en las redacciones modernas. En aquel momento, los infografistas eran pasivos; esperaban que los periodistas y editores hicieran encargos; los infografistas no hacían propuestas. Cambié eso. Quería que mi departamento fuera proactivo; presentábamos proyectos; investigamos. La infografía ‘La ballena franca’ fue uno de esos casos. Hacía poco tiempo que vivía en Argentina y no sabía que uno de los mejores lugares del mundo para ver ballenas es Península Valdés, en la provincia de Chubut. Tenía muchas ganas de ir, así que propuse un gráfico para la época en que las ballenas acuden allí para aparearse. La respuesta de los editores fue: “Pero hemos cubierto los avistamientos de ballenas en Peninsula Valdés durante años. ¿Por qué lo haríamos de nuevo?”. Mi respuesta fue: “Por supuesto, ¡pero nunca lo habéis hecho con una ambiciosa producción infografica!”.
Y lo hizo. Jaime viajó a la Península Valdés con un reportero y un fotógrafo. Cuando regresó, diseñó un gráfico lleno de información, rico en detalles deliberadamente escogidos:
La ilustración principal de la ballena está formada por imágenes alegóricas al mar. Fíjate bien: hay delfines, barcos, una ballena varada, el perfil de un marinero... Jugando con el positivo y el negativo, rodeé la ilustración principal con información sobre la anatomía y el comportamiento de esta especie. Ninguna información era nueva para los lectores, pero nunca se había presentado de esta manera en el periódico. La respuesta fue muy positiva.
Jaime finalmente regresó a España, y tras un tiempo como consultor y diseñador independiente, ‘La Vanguardia’, principal competidor del diario donde había iniciado su carrera, ‘El Periódico de Cataluña’, le ofreció reformular su departamento de infografía.
Además de dirigir el departamento, se convirtió en columnista. Pero no un columnista cualquiera, sino en uno de opinión visual; de hecho, ‘Excéntricos’, al que me refiero al inicio de este capítulo, se publicó originalmente como una columna de opinión en ‘La Vanguardia’.
Ser columnista, le permitió a Jaime perseguir su interés en fusionar el lenguaje de los gráficos de información y la visualización de datos, con su amor por las artes visuales y performativas:
Una vez que el departamento empezó a funcionar sin necesidad de una estrecha supervisión, me aburrí de nuevo. Pero había aprendido: la solución no estaba en cambiar el decorado. Pensé que, tal vez, podría explorar mi interés por el arte desde dentro del periódico. Con ese fin propuse una columna de opinión dominical: para utilizarla como lugar de experimentación. Trabajé en ella durante cinco años. No todas las columnas que hice son geniales, pero hay alrededor de una docena de las que todavía me siento orgulloso y que terminaron en galerías de arte.
Tomo mucho café, por lo que la columna de Jaime sobre sus propios hábitos de consumo de café, ilustrada mediante una visualización física, es una de mis favoritas. Cada una de las doce hojas de papel con las que está hecha, representan un mes; Jaime las dobló para subdividirlas, como si fueran páginas de un calendario; cada vez que tomaba una taza de café, dejaba una mancha en la parte correspondiente de la hoja.
Recuerdo mirar fijamente esta visualización e imaginar historias: “Mira, en marzo (quinta hoja) Jaime tomó mucho café, probablemente estaba muy estresado. En diciembre probablemente estaba de vacaciones; casi no hay café”. Jaime me dijo que esta es exactamente la reacción que quería que tuvieran los lectores:
La intención de mis artículos de opinión, con este tipo de visualizaciones, consistía en encontrar un espacio de conexión con los lectores a través de la empatía. Por eso toqué temas cotidianos, como tomar café, o temas intrínsecos a la condición humana, como la infancia, el amor romántico o la vida familiar.
Le pregunté por qué pensaba que los lectores de periódicos y las personas que visitaban las galerías de arte, donde se mostraban algunas de las visualizaciones de sus columnas de opinión, las encontraban tan interesantes. ¿Aprendían algo a través de ellas?
No creo en la comunicación en el sentido tradicional: un diseñador tiene información que transmitir, la codifica, y luego la entrega a los lectores para que la decodifiquen. No es tan simple. Los humanos vemos lo que queremos ver (o lo que podemos ver). A menudo, simplemente, nos vemos a nosotros mismos en los datos.
Los datos que utilicé en muchos de esos artículos son irrelevantes per-sé, ya que son simplemente el resultado de cuantificar un determinado aspecto de mi vida personal. ¿A quién le importo yo?, ¿lo que bebo, o como lo hago? Pero todos bebemos, comemos, tenemos relaciones sexuales... Y nos resulta sencillo vernos en los demás. Ahí se puede encontrar la conexión. Los lectores miran esas visualizaciones y, de alguna manera, se ven a sí mismos.
A Jaime le encanta desafiar las expectativas y los tabúes. No solo con la forma de diseñar, también con los temas que toca. Una de las visualizaciones más famosas que diseñó para ‘La Vanguardia’ mapeaba su vida sexual a lo largo de un año. El gráfico consta de 365 franjas negras apiladas verticalmente, cada una correspondiente a un día; a su vez, cada franja se subdivide en varias líneas finas, cada una de las cuales corresponde a una actividad sexual —sexo oral, coito anal, etc.— o a sí, uno, o ambos miembros de la pareja, alcanzaron un orgasmo. Una línea de color indica que la pareja practicaba determinada actividad; el negro representa la ausencia de esa actividad.
Expuse esta pieza en varias galerías de arte y podía escuchar lo que la gente decía al mirarla. Conectaban con ella e imaginaban: “mira, aquí hay un hueco; tal vez ella tenía cistitis, o él estaba de viaje”. Los visitantes aportaban su propia experiencia a la visualización. También creé una página web con una versión interactiva de este gráfico, donde las personas podían ingresar sus propios datos de forma anónima y comparar los resultados con mis datos o los de otros visitantes.
Jaime también ha visualizado sus hábitos y vicios:
En 2009 decidí dejar de fumar. Muchos de los recuerdos importantes de mi vida están asociados al acto de fumar. Me despedí de mi viejo amigo, el cigarrillo, con un viaje de 42 días por Estados Unidos, desde Hibbing, Minnessotta, hasta Nueva Orleans, Luisiana. Consumí 729 cigarrillos durante el viaje. Llevaba un mapa conmigo, y utilizando un GPS para localizar el punto donde fumaba cada cigarrillo, al encenderlos dejaba una quemadura sobe el mapa. Cuando regresé a España, publiqué una columna con una fotografía del mapa y una imagen gráfica de las quemaduras coloreadas en rojo.
Aunque fue un adiós temporal. Como el errante que siempre ha sido, creo que Jaime estaba destinado a regresar: sigue fumando hasta el día de hoy, aunque de una manera bastante hedonista: reflexiva y moderada.
Texto originalmente en inglés.
Traducción de Jaime Serra.
“Había un diseñador que no estaba dispuesto a rendirse a las restricciones del software, y que entendía que el estilo aséptico, vectorial, era inadecuado para retratar un mundo de imperfecciones y tragedia humana.”
Alberto Cairo